viernes, diciembre 17, 2021

Feliz Navidad!!!





Al principio, Dios quiso poner un belén y creó el universo para adornar la cuna. Primero inventó el tiempo, y lo dividió en meses, en semanas, en días. Los días estaban formados por millones de años, que son como instantes para Dios. Y empezó su trabajo. Hizo el cielo, y lo llenó de estrellas y de pájaros. Hizo la luz, y luego el sol (así lo cuenta la Biblia, aunque parezca raro), y encendió una lámpara blanca en la noche para que se viera bien la cara de Jesús; no fuesen a equivocarse los ángeles de la Nochebuena. Hizo las montañas, tan auténticas que parecían de corcho, y las coronó de águilas y de nieve. Hizo mares y océanos de papel de plata, y grandes desiertos de arena dorada para los camellos de los Reyes Magos. Después llamó a la más pequeña de todas las estrellas (apenas tenía 6 millones de hipermegavatios), y la llevó hasta la otra punta del universo. Allí, con mucho cuidado, le dio un empujoncito con el dedo, con la fuerza justa para que, miles de siglos más tarde, parpadeara sobre las playas de Arabia a la vista de los Magos de Oriente. Todo esto no fue muy difícil para Yavé. Con solo su mirada coloreó todas las especies de flores que había creado, y alfombró de musgo las orillas de los ríos. También hizo crecer los árboles, que, al desperezarse, agitaron el aire y formaron la brisa y los vendavales. Ahora dicen que es el viento quien mueve los árboles y no al revés, pero esto habría que demostrarlo. Del viento nacieron las dunas y la música primera del campo. Luego, Dios hizo una pausa, y pensó dónde poner su belén. Y decidió que en Belén. Imaginó las figuras: el buey, la mula, las lavanderas, los pastores... Y, como no tenía prisa, les dio una estirpe: padres, abuelos, bisabuelos... Cientos de vidas para crear cada vida; centenares de amores para conseguir el gesto, el tono de voz, la mano extendida en la postura exacta del belén de Dios. Pensó en su Madre: toda la eternidad soñó con Ella. Y, añorando sus caricias, fue dibujando en los antepasados de María como esbozos de esa flor que había de brotar a su tiempo. Igual que un artista que persiguiera tenazmente la pincelada perfecta, Dios pintó miles de sonrisas en otros tantos labios. Y ensayó en otros ojos la mirada limpísima que tendría su Madre. Hasta que un día nació la Virgen, su Hija predilecta, su Esposa Inmaculada, su obra maestra. Y la colocó en el belén junto a la cuna, con Jesús, que, por ser solo de María, era su vivo retrato.


Monasterio, Enrique (1995-09-30T23:58:59). El Belén que pusó Dios (Tiempo Libre) (Spanish Edition) . Ediciones Palabra, S.A.. Edición de Kindle.